Ha caído la última espina de esta rosa amarilla,
tatuada en el espejo de este aroma de vainilla.
Los dedos siguen astillados de cortar las ramas,
y la sangre aún duele al correr por las venas.
Ha florecido antes de tiempo, embebida en su propio aroma.
Ya marchita sigue con su frescor anhelante.
La regaré con agua salada de olivas,
para que su amarillo se torne de esperanza.
Aún quedan pétalos por sucumbir.
Se resisten en su pudor por solos estar.
La fragancia me inunda y llena de frescor.
Su tacto es suave como la seda.
Ha caído la última espina de la rosa amarilla.
Ante el atento paso del tiempo,
ella se resiste a ser la menos hermosa.
Da igual cuan marchita este, el alma amarilla se ve.
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