Inevitables recuentos aciagos de las veces olvidada.
Triste y solitaria, marchita ya se apaga,
la luz que a los pagos lejanos llegó.
No alumbra como antaño los altos maizales.

Quizás el verde se torne rojo al fuejo abrasador
Galopante e inaudito, recorriendo grandes bosques,
azota con el viento los campos y montes.
Oh! el cielo ya no llora, amargo e infinito.
Castiga la madre tierra con sus rayos amarillos.
Quizás el verde se convierta en blanco.
Helado y resbaladizo donde todos los pies han perecido.
Resquebrajado, ahora tiemblan de frío flores y animales,
que una vez hicieron el nido.
Ya verás que quizás nada nunca más vuelva a ser verde.
BY HADA
