Desearía no notar tu presencia,
aun cuando se que jamás estarás junto a mí.
Caen a borbotones por las mejillas,
pálidas e incoloras gotas de amarga agonía.
¿quién soy yo para negar lo evidente?
¿qué pretendo al engañar mi propia mente?
Hélo aquí! el laberinto sanguíneo del que estoy compuesta,
absurdo silencio inconsciente!
He de gritar que te quiero, hacer eco...
Falsedad retumbada en mis oídos...
no seré capaz si quiera de buscarte.
Y cuando vuelva a la cárcel que me confinaste,
haré un nudo en mi propia garganta,
al fin, y así acabo; yo soy mi propio carcelero.